jueves, 27 de septiembre de 2018


Libro: ¿Quién cantará en tu entierro? – Juan Carlos León (Jot Down Books)



Cualquiera que haya asistido a un funeral últimamente, espero que seáis muy pocos aunque lamentablemente todos pasamos por ese trago en algunos momentos de nuestras vidas, sabe lo triste y desgarrador que es esa experiencia. También sabréis, por lo que vemos en películas y documentales, que no en todos los países es así. En algunos, como en México, la muerte se vive no sé si puedo decir como una fiesta, pero al menos con más naturalidad y menos dramatismo que en España y otros países de nuestro entorno. En los Estados Unidos, sobre todo entre la comunidad afroamericana, al menos si nos tenemos que fiar de lo que vemos en funerales de cantantes famosos y lo que nos transmite Hollywood, ocurre algo parecido. Allí tienen esa maravilla que se llama góspel, claro, y esos grandes cantantes soul que transmiten paz y vida con sus canciones. En el ámbito anglosajón es más habitual pensar en la música que podría sonar en tu propio funeral; aquí, de momento salvo entre los muy melómanos, solo la idea de poner música en un funeral resulta, siendo benévolos, una frikada.
Juan Carlos León, guitarra de la banda sevillana de garage The Smoggers, ha escrito un libro llamado ¿Quién cantará en tu entierro? que ha editado Jot Down. Tal como os podéis imaginar por su título, el libro habla del funeral de unos cincuenta músicos célebres, la música que sonó (o no) en sus funerales, las circunstancias y anécdotas que allí tuvieron lugar. Todo ello con un prólogo excelente obra de Carlos Zanón (quien despliega sus conocidas dotes literarias para finalmente acabar confesando cuál es la canción que le gustaría que sonara en su despedida de este mundo) y con algunas no menos espléndidas, aunque algo tétricas, ilustraciones obra de El Ciento (Antonio J. Moreno). El autor confiesa, en la introducción, que este ensayo nació tras leer 31 Canciones, de Nick Hornby, obra en la que el escritor británico revelaba cual era la canción que quería que sonara en su funeral: “Caravan”, de Van Morrison. Concretamente la versión del enorme disco en directo It’s Too Late To Stop Now. También comenta jocosamente la extraña situación que se produciría cuando, en medio de la canción, el irlandés empezara a presentar a su banda…
Portada del libro de Juan Carlos León
Desde Hank Williams hasta Chuck Berry, algo más de cincuenta funerales de otros tantos artistas pasan por las hojas de este pequeño pero entretenido libro. Lógicamente no están todos los grandes nombres que nos han ido dejando en estos últimos cincuenta años pero, como suele decirse, sí que son todos los que están: grandes figuras del jazz, el blues, el soul y otros estilos musicales como, además de los anteriormente mencionados, Dinah Washington, Sam Cooke, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Elvis Presley, Bob Marley, Marvin Gaye, Nina Simone, Johnny Cash, Phil Lynott, Chet Baker, Ian Dury, Carl Perkins, Mahalia Jackson, Clara Ward, Solomon Burke, Etta James, Professor Longhair o James Brown, entre otros. Un funeral este último, el del llamado padrino del funk, que fue retransmitido en directo para todo el mundo y que muchos guardamos en la memoria como un gran espectáculo. Como también lo fue el de Aretha Franklin, lamentablemente fallecida recientemente y que, lógicamente, no ha podido entrar en el libro. Tampoco entra el de Gram Parsons (más famoso por las circunstancias posteriores a su sepelio), aunque es protagonista colateral del de Clarence White.
El libro de Juan Carlos León, a pesar de su brevedad (no llega a las 150 páginas, con apenas dos o tres por artista), ofrece multitud de datos y anécdotas. Algunas ya muy conocidas, otras no tanto. Sabemos así que Big Bill Broonzy, en plena era de la segregación, quiso que su ataúd fuese portado por cuatro personas blancas y otras cuatro negras; que Janis Joplin dejó pagada una gran fiesta para que todos sus amigos se emborracharan; que Ian Durymanifestó su voluntad de tener un carruaje con la urna de cristal y caballos con penachos para su funeral, y así fue; que algunos músicos, como Junior Wells, eran enterrados con sus instrumentos (en este caso era sencillo, puesto que era armonicista); finalmente, que no todos los funerales de grandes artistas eran plácidos y armoniosos: que se lo digan a los familiares de James Brown o Chet Baker. Una anécdota final (no sé si esto puede considerarse spoiler) es que, a pesar de que en el momento de escribir estas líneas sigue vivito y coleando, un capítulo del libro está dedicado a Quincy Jones. A mediados de los 70 el genial productor y compositor fue intervenido de una serie de infartos cerebrales a vida o muerte con poca confianza por parte de todos, incluido el equipo médico, en que el paciente saliera con vida de la operación. Tanto es así que su funeral ya estaba preparado. Contra todo pronóstico, Quincy Jones despertó a tiempo para ver al reverendo Jesse Jackson preparado para darle la extremaunción. La fiesta ya estaba organizada y los amigos, entre ellos Ray Charles o Marvin Gaye, preparados, así que Quincy se convirtió en uno de los pocos seres humanos que han asistido a su propio memorial.
Aparte de conocer anécdotas y datos, es un ejercicio interesante y muy instructivo para el lector más melómano repasar las canciones que sonaron en todos esos funerales. Por supuesto los espirituales se llevan la palma, con temas como “Amazing grace” o “Just a closer walk with thee” como los más socorridos, pero en muchos casos eran los propios éxitos de la persona fallecida, o sus canciones preferidas: en el de Johnny Cash sonó el “Every grain of sand” de Dylan, en el de Kirsty McColl lo hizo “Good vibrations” de los Beach Boys, en el de Marley se cantó el “Amen” de Curtis Mayfield (uno de los grandes ídolos del jamaicano) y “Will the circle be unbroken” en el de Duane Allman. También resulta curioso echar un vistazo a los nombres de los reverendos que oficiaron muchas de las ceremonias: ahí están casi siempre, según la época, Jesse JacksonJohn Garcia Gensel (que, por cierto, es el personaje que ocupa la portada) o C. L. Franklin, el padre de Aretha Franklin, cuya voz se pudo escuchar desde muy joven en más de una de esas ceremonias.
Un libro ameno y de entretenida lectura, a pesar de la aparente seriedad del tema tratado.

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